viernes, 5 de abril de 2013

La espera


         Suele pasar cada dos meses y medio aproximadamente. En ese periodo de tiempo el tiempo pasa y en realidad no es tan horrible, no sientes la lejanía porque empiezas la jodida rutina. Vas a ensayar, vuelves, vas a currar, vuelves, sales un rato con tus amigas, vuelves, te quieres un rato con tu novio, te enfadas con él, vas al teatro, paseas, sales a correr, cocinas, cocinas más, te vas de compras, te acuestas. En realidad esos días no duelen, se limitan a hacer que el tiempo pase para que la próxima vez venga cuanto antes y puedas volver a  echarte esas risas mientras te lavas los dientes de madrugada frente al espejo de tu infancia más preciada.

      Cuando llegas es como un soplo de aire fresco, una risa que aparece de repente mientras guaseas sobre el pavo que te ha tocado al lado en el avión y sobre cómo se te olvidó el reloj que te regaló Papá en el control. Manda huevos que seas tan despistada, que pierdas todo siempre, pero que siempre lo recuperes. Maldita suerte que tienes, sobre todo cuando pasan los días y el reloj sigue esperándote en Stanstead Airport como si se hubiera ido de vacaciones una semana. Cómo llegas y arrasas la nevera, te tumbas en tu cama y duermes hasta la 1 de la tarde todos los días. Cómo tardas diez minutos en salir de casa para ver a tus amigos del alma.

       En realidad los días jodidos son esos que aproximan el final de tu estancia. Esos momentos en donde pasa el día y no has hecho aún la maleta, lo retrasas hasta el último momento. Momentos en la cena cuando te agarro fuerte y suelto unas lagrimas porque se que es inminente tu partida y no quiero, me da rabia y me niego a soltarte. Momentos en tu cuarto mientras metes las bragas cual morcillas de Burgos en los laterales de tu Samsonite roja. Momentos de risas cuando te metes en mi cama y montamos un home cinema en una cama de 2x2. Cuando te vas mi corazón se empequeñece y solo quiero llorar. Quiero llegar a casa esta noche y encontrarte en el baño lavándote los dientes. Quiero que mañana sea día de diario y salga el sol, desayunemos en el jardín y nos vayamos al Labrandero a comprar berenjenas y pomelos amarillos. Quiero todo eso. Dos meses y medio. Paciencia, me digo. Que llegue el lunes ya para ensayar, currar, comer, cocinar, volver a cocinar, leer, ir al cine, beberme un gin tonic y salir a pasear. Acostarme. Hasta que regreses. 

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