Suele
pasar cada dos meses y medio aproximadamente. En ese periodo de tiempo el
tiempo pasa y en realidad no es tan horrible, no sientes la lejanía porque
empiezas la jodida rutina. Vas a ensayar, vuelves, vas a currar, vuelves, sales
un rato con tus amigas, vuelves, te quieres un rato con tu novio, te enfadas
con él, vas al teatro, paseas, sales a correr, cocinas, cocinas más, te vas de compras, te
acuestas. En realidad esos días no duelen, se limitan a hacer que el tiempo
pase para que la próxima vez venga cuanto antes y puedas volver a echarte esas risas mientras te lavas los
dientes de madrugada frente al espejo de tu infancia más preciada.
Cuando llegas es como un soplo de aire fresco,
una risa que aparece de repente mientras guaseas sobre el pavo que te ha tocado
al lado en el avión y sobre cómo se te olvidó el reloj que te regaló Papá en el
control. Manda huevos que seas tan despistada, que pierdas todo siempre, pero
que siempre lo recuperes. Maldita suerte que tienes, sobre todo cuando pasan
los días y el reloj sigue esperándote en Stanstead Airport como si se hubiera ido de vacaciones una semana. Cómo
llegas y arrasas la nevera, te tumbas en tu cama y duermes hasta la 1 de la
tarde todos los días. Cómo tardas diez minutos en salir de casa para ver a tus
amigos del alma.
En
realidad los días jodidos son esos que aproximan el final de tu estancia. Esos
momentos en donde pasa el día y no has hecho aún la maleta, lo retrasas hasta
el último momento. Momentos en la cena cuando te agarro fuerte y suelto unas
lagrimas porque se que es inminente tu partida y no quiero, me da rabia y me
niego a soltarte. Momentos en tu cuarto mientras metes las bragas cual
morcillas de Burgos en los laterales de tu Samsonite roja. Momentos de risas
cuando te metes en mi cama y montamos un home cinema en una cama de 2x2. Cuando
te vas mi corazón se empequeñece y solo quiero llorar. Quiero llegar a casa
esta noche y encontrarte en el baño lavándote los dientes. Quiero que mañana
sea día de diario y salga el sol, desayunemos en el jardín y nos vayamos al
Labrandero a comprar berenjenas y pomelos amarillos. Quiero todo eso. Dos meses
y medio. Paciencia, me digo. Que llegue el lunes ya para ensayar, currar, comer,
cocinar, volver a cocinar, leer, ir al cine, beberme un gin tonic y salir a
pasear. Acostarme. Hasta que regreses.
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